jueves, 3 de agosto de 2017

Mar de elementos

-¡No decaiga ahora! ¡Empuje con más fuerza! -gritó el señor N. enérgicamente.
-¡Me temo que es inútil... necesitamos más ayuda! -contestó resignado su camarada, el noble Ar., mientras observaba, imponente, cómo le flaqueaban las fuerzas ante aquella edificación de monstruosa envergadura.

Ambos eran únicos en su categoría y no se descomponían nunca, por muy dura que fuera la situación; pero esta vez dichos elementos no eran suficientes para hacer frente a la apoteósica estructura que permanecía inmutable frente a ellos. En el fondo el señor N. también lo sabía, aunque no quisiera reconocerlo.

¿Qué diablos podía ser aquello? Había aparecido de repente en mitad del camino y se negaba a moverse, pero sin duda lo más amenazador eran sus tres inmensos brazos pálidos de color lechoso. Henchido de pensamientos que escapan a nuestra comprensión y que, aun teniendo las palabras necesarias me vería incapaz de describir, el señor N. endosó su orgullo y se dirigió una vez más a su compañero:

-¡Maldita sea, está bien! ¡Pida refuerzos! -ordenó con gestos ávidos al borde de la desesperación.
-¡Enseguida, no tardaré en regresar! -contestó Ar. mientras abandonaba a su voluminoso amigo, dejándole solo a la deriva, en el mar de un destino incierto.

Pronto llegó el auxilio y con él las esperanzas renacieron.

-¡De acuerdo, sigan mis instrucciones! ¡Empujen todos aquí a mi señal! ¡Esta cosa no podrá con nosotros! -capitaneó N. al resto de compañeros, que aún no salían de su asombro.

Y sucedió que, poco a poco, gracias a la nueva ayuda, comenzaron a producir aire. Y a su vez, gracias a la persistente constancia, se produjo el viento. Y lo mejor de todo es que los desmedidos brazos de la máquina comenzaron a moverse. Lo habían conseguido.

El señor Nitrógeno felicitó a todos por la proeza que acababan de efectuar, también pronunció unas palabras para su fiel compañero, Argón. Mientras tanto, un hombre que navegaba con su particular canoa veía complaciente, a lo lejos, cómo las aspas de un aerogenerador marino se movían, incapaz de imaginar la titánica lucha que acababa de tener lugar.


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